viernes, 18 de junio de 2010

Desplazándonos por el tiempo de la evolución.


  Se observa, cada vez con más frecuencia, que mucha gente no acaba de comprender la evolución biológica y llegado el caso la niega. Claro, cuando los naturalistas escuchamos estas cosas tendemos a rasgarnos las vestiduras porque sabemos que la evolución es un hecho, pero si hacemos un ejercicio de humildad enseguida comprendemos que estamos cometiendo un error. Habitualmente estas discusiones acaban como si estuviésemos en un enfrentamiento deportivo, político, religioso o incluso  bélico, “craso error” debemos enfocarlo como lo que es : un problema de comprensión. Como divulgadores debemos ayudar a entender la Ciencia, en la medida de nuestras posibilidades. Desde este blog ya realizamos una entrada con la intención de ayudar al respecto y comentamos algo sobre los celacantos.
Hoy en esta entrada vamos a comparar lo que puede llevar la aparición de una variedad animal conocida y lo que representa eso en el tiempo geológico. Aviso, hay que caminar un poco para darnos cuenta de qué estamos hablando.

 

 
Primeramente, como ejemplo, vamos a recordar que a finales del s. XIX entre Karl Friedrich Louis Dobermann y su sucesor Otto Göller, en unas pocas décadas, obtuvieron una conocida raza de perro. Podríamos poner más ejemplos, y aunque obviamente la aparición de variedades en la naturaleza no es tan rápida, esta muestra de selección artificial nos da idea del tiempo que lleva la selección de caracteres y su fijación en una variedad de animal doméstico.

 

 
Vamos a practicar un sencillo ejercicio físico, que podemos practicar tranquilamente donde vivamos, y de imaginación para comprender la magnitud temporal en la que se produce la evolución. Recordemos que la edad de la Tierra es de unos 4600 millones de años y que los periodos geológicos utilizados en el estudio de la historia natural a través del registro fósil manejan como unidad temporal básica de referencia el millón de años. Pues, bien en nuestro ejercicio vamos a hacer equivaler dos magnitudes diferentes: el espacio y el tiempo, es decir, compararemos el transcurso del tiempo con un camino
  recto. Nos imaginaremos que un kilómetro equivale a un millón de años, con lo que un milímetro es como un año, más o menos el tiempo en el que un perro alcanza su madurez sexual. Los aproximadamente cuarenta años que llevó seleccionar la raza Dobermann en nuestro paseo serían cuatro centímetros, mucho menos que la longitud de nuestro pie. Un pie representaría varias generaciones humanas (hijos, padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos,...) de perros muchas más, claro. El registro fósil nos indica que nuestra especie apareció hace unos 160.000 años, como dar unos cuantos pasos. El género Homo, en el que nos clasificamos, tiene aproximadamente dos millones de años, demos ahora un paseo de dos kilómetros, interesante ¿no?.
Ahora que ya somos conscientes de qué cronologías estamos hablando podemos atrevernos con la edad de la Tierra, que hemos comentado más arriba. Podemos hacer un bonito viaje, por ejemplo, a Chile que por su forma y su longitud nos sirve de ejemplo ideal. Nos situamos en el extremo más austral, en el archipiélago de Tierra del fuego, y paralelamente a la cordillera de los Andes viajamos en dirección norte, aunque no es suficiente para la comparativa y una vez en Arica debemos pasar la frontera con Perú y acercarnos a Arequipa para completar los 4600 km.

 

  Un saludo

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